Arquímedes de Siracusa II
En alguna ocasión Arquímedes ilustró a su amigo el Rey el poder de las palancas de manera muy gráfica, usando su célebre frase: “Dadme una palanca y un punto de apoyo y moveré el mundo”. Plutarco, citado por Michael Fowler, relata:
“Heiro estaba impactado y le rogó poner en práctica su propuesta, para mostrarle un gran peso movido por una pequeña fuerza. Arquímedes arregló un navío mercante de la flota real, que había sido arrastrado a tierra por un gran esfuerzo de muchos hombres, y después de hacer abordar a muchos pasajeros y la tripulación de costumbre, se sentó a alguna distancia del navío y, sin gran esfuerzo, pero silenciosamente poniendo en movimiento un sistema de polipastos acoplado a una palanca jaló el navío hacia si de manera suave y pareja, como si estuviera deslizándose por el agua.”
Sin lugar a dudas se trató de la primera gran demostración pública de trabajo científico y probablemente una de las más importantes de la historia. A raíz de esto el Rey persuadió al gran científico de prepararle armas ofensivas y defensivas para usar en combate. El movimiento de Heiro resultó muy inteligente ya que en 215 a. de c. los romanos atacaron Siracusa y los aparatos de Arquímedes resultaron fundamentales para la defensa de la ciudad.
Aunque es claro que el objetivo de los dispositivos desarrollados no era la popularización, la defensa de Siracusa fue una poderosa demostración del poder de la ciencia. Entre los inventos –que ayudaron a la ciudad a resistir 3 años- destacan la catapulta, una garra metálica dedicada a hundir barcos (basada en poleas y palancas) y un sistema de espejos cóncavos que buscaban quemar barcos al reflejar la luz del Sol. |