Joseph
John Thomson
J.J.,
como se le conoce, fue el primero en darse cuenta de que los átomos
no son indivisibles. Esto cuando descubrió que los electrones
formaban parte de su estructura interna y de paso nos presentó
a las partículas responsables de la electricidad, conocida ya
por mucho tiempo.
Todo
surgió del estudio del Tubo de Rayos Catódicos. Este aparato
consiste en un cilindro de vidrio sellado que contiene, en sus extremos,
un electrodo negativo (cátodo) y uno positivo (ánodo);
el aire del interior está a baja presión. En estos dispositivos
se observan, al activar los electrodos, patrones luminosos (o rayos)
que van del cátodo al ánodo. De aquí que se les
llamara rayos catódicos.
La
escuela alemana suponía que lo que se observaba eran ondas electromagnéticas,
que estaban de moda gracias a la reciente descripción de ellas
hecha por James Clerk Maxwell. La escuela inglesa, a la que Thomson
pertenecía como Profesor del Laboratorio Cavendish de Cambridge,
sostenía que se trataba de partículas. Para comprobar
esto J.J. realizó varios experimentos.
Gracias
a este trabajo, en que demostró que los rayos catódicos
están conformados por partículas (los electrones), recibió
el Premio Nobel en 1906.
George
Pager Thomson, hijo de J.J., realizó experimentos consistentes
en hacer pasar electrones por diminutas ranuras. El resultado fue impresionante,
los electrones se difractaron e interfirieron entre ellos (se portaron como ondas). Esto le valió
a George el Nobel de 1937. Resulta irónico que el padre ganó
el premio por probar que los electrones son partículas y el hijo
por demostrar que no lo son. |