Niels
Bohr
Bohr
pasó a la historia por atreverse a postular principios más
allá de la mecánica clásica. A los 27 años,
apoyándose en la cuantización de la energía de
Planck, desarrolló el modelo atómico de capas (o niveles
de energía).
Fue
alumno de grandes científicos como Thomson y Rutherford. Y aspiraba
a, como lo hicieron ellos, no limitarse a realizar importante trabajo
de investigación sino que quería formar científicos
que llevaran más allá su aporte.
En
su natal Copenhagen, fundó el instituto que lleva su nombre y
por el que pasaron grandes mentes del siglo XX como Wolfang Pauli y
Werner Heisemberg. En este instituto se hicieron grandes aportes a la
física a inicios del siglo pasado. Contrario a lo que se pusiera
pensar, era un lugar donde se lo pasaban de lo mejor.
La
casa de Bohr estaba en el último piso del instituto y era común
ver que los estudiantes, a lo largo del día, subían para
que la esposa del director les preparara un sándwich.
Las
pláticas entre estudiantes y maestros no se limitaban a la ciencia
sino que abarcaban temas como a política y filosofía,
música y libros, de películas y muchachas. Las discusiones
continuaban hasta que se les atravesaba alguna comida; como en Dinamarca
se acostumbra comer cinco veces al día hubo quien llegó
a quejarse: “En cuanto se le ocurre a uno una buena idea, hay
que comer.”
Para
muchachas y películas contaban con un sistema de evaluación
compartido, que abarcaba 5 niveles:
• No puede uno dejar de mirar
• Puede uno dejar de mirar pero duele
• Da lo mismo mirar o no
• Duele mirar
• No podría uno mirar aunque quisiera
En
el Instituto había dos grandes pasatiempos, el ping pong y el
cine. Era tal la afición al primero que en los lugares de los
jugadores había dos agujeros en el piso. Por su parte Bohr era
un gran aficionado a las películas de vaqueros, de las cuales
desprendió una teoría muy debatida por Gamow.
Buena
parte de los primeros estudiantes egresados del Instituto Bohr llegaron
a ser reconocidos investigadores y consejeros gubernamentales en sus
respectivos países; en fin, alcanzaron poder y riquezas. Sin
embargo, todos añoraban la época en que apenas tenían
lo preciso para las necesidades de la vida y, si acaso, viajar en tren
de tercera para visitar a otros físicos. Coincidían en
extrañar la libertad que el Instituto les ofrecía, tanto
al trabajar como al vivir.
El
instituto hoy en día trabaja con más de 100 investigadores,
que laboran en diversas áreas de la física.
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